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lunes, 25 de julio de 2011

LAS MUJERES EN EL ÁMBITO LABORAL


Nuestra historia es demasiado diferente de la de los hombres, lo que significa que no podemos reaccionar de la misma manera que ellos.
Cuántas veces nos han dicho que las mujeres son complicadas, que no se puede trabajar con ellas, que tienen las emociones a flor de piel, que lloran por nada, que son demasiado temperamentales y que no hacen sino pelear entre ellas... Bueno, trataré de responder a esta elogiosa descripción de las mujeres en el ámbito laboral.
En primer lugar, el hecho de que seamos complicadas significa simplemente que pertenecemos a la especie humana. Sí, somos pensantes y, por consiguiente, complicadas. Tal cual los hombres. Afortunadamente, no nacemos santas y tenemos derecho a equivocarnos, tal cual los hombres.
Y cuando nos dicen que no hacemos sino pelear entre nosotras, me pregunto si este hecho es exclusivo de las mujeres. ¿Será que los hombres no pelean? Por supuesto que sí, pero la diferencia es que cuando dos hombres pelean entre ellos, los tildan de polémicos o de determinados; cuando son las mujeres las que pelean, las tildan enseguida de viejas histéricas.
Y esto no es nuevo, pues a todo lo largo de la historia nos han nombrado con una gran diversidad de calificativos, tales como malas, envidiosas, brujas, histéricas, santas madres o putas. Cuando no nos conformamos al molde previsto para nosotras, somos malas; cuando expresamos cualquier deseo más allá del deseo materno, somos brujas; cuando nos tomamos la palabra con vehemencia, somos histéricas, pero cuando somos abnegadas, sumisas y, sobre todo, silenciosas, somos santas, demasiado santas.
Somos también madres, madres devoradoras de hijos, rivales de hijas, madres culpables, malas madres, lo hemos sido toda la vida y cuando nos queremos alejar de lo esperado, cuando dudamos, cuando sospechamos, cuando nos empezamos a liberar de siglos de imaginarios relativos a la feminidad, no podemos ser sino malas, pero, sobre todo, putas.
Y ahora, en el ámbito laboral, aparecen más calificativos que, al contrario de lo que se piensa, son bastante interesantes y, por qué no, atractivos: ¿somos complicadas? Ya lo expliqué y añado que si no lo fuéramos no tendríamos ninguna manera de competir en ese mundo tan poco hecho para nosotras. ¿Tenemos las emociones a flor de piel? Pues sí, y no acepto que se tilde esto de problema.
Poder pensar el mundo de otra manera que los hombres, poder expresar aún lo que sentimos en un mundo que reprime todo lo que no se puede traducir en cifras, no alejarnos de esta ética del cuidado del otro, de la otra, llorar cuando ya no se pueden reprimir las emociones, nos sirve para volver a recordar al mundo que no queremos, no podemos y nunca podremos, ojalá, asemejarnos a los hombres. Creo firmemente que a las mujeres que quieren ser iguales en todo a los hombres, no solo les falta ambición sino que están mutilando su ser femenino de manera dramática.
Sí, seguiremos buscando igualdad de oportunidades con los hombres, igualdad política con los hombres, mas no igualdad existencial con ellos. Por eso, no podemos ni queremos comportarnos como ellos en el ámbito laboral, que es eminentemente masculino.
Nuestra historia es demasiado diferente de la historia de los hombres; nuestra manera de habitar el mundo, también, lo que significa que no podemos reaccionar de la misma manera que ellos, ni en la vida cotidiana, ni en el ámbito laboral. Además, después de siglos de rivalidad -una herramienta tan poderosa de la cultura patriarcal para socializar a las mujeres entre ellas-, acabamos de nacer a la solidaridad entre nosotras, mientras que la solidaridad de género de los hombres es milenaria.
Y seguiremos complicadas, emotivas, peleonas, brujas y felices, les guste o no a los hombres. Como dice la cantautora Liliana Felipe: "¡Las histéricas somos lo máximo!".

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